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sábado, 12 de mayo de 2012

TIEMPOS DE CAMBIOS

He asistido en los últimos meses, he de confesar que con cierta indiferencia, a varios cambios acontecidos en Carrión de los Condes. Cambios de oficinas municipales, cambios de secretario municipal, cambios de párroco, etc. hasta que me ha sorprendido el cambio del escudo municipal de Carrión de los Condes y un homenaje a los Jesuítas por su estancia “de prestado” en Carrión de los Condes. Sobre estas y otras cosas, todo carrionés mínimamente informado ha opinado en los foros habituales o en la barra del bar. Que a fin de cuentas es lo mismo. Hay opiniones, a favor y en contra, en medio y de costado, de todos los colores y de ninguno en absoluto. Sin embargo y quizás por el calor de la primavera, me apetece opinar, especialmente al hilo de los últimos cambios.
Creo que realmente, la cuestión del escudo de Carrión, desde el siglo XIV, a los carrioneses les ha importado, más bien poco o nada. Los escudos de armas municipales tienen su origen en los siglos XIII al XIV, bien por concesión Real o bien por su institución directamente por los Ayuntamientos. Después del siglo XIV, en adelante y hasta el siglo XIX sólo se crean Armerías Municipales –ese es su título– por real Privilegio "motu propio o instancia de parte". Con el abandono de la legislación tradicional, algunos Ayuntamientos comenzaron a usar caprichosamente ciertas armerías, en general incorrectas desde el punto de vista histórico-heráldico, ya que se solían realizar sin tener en cuenta las normas heráldicas. Para remediarlo, el Ministerio de la Gobernación promulgó las Reales Órdenes de 16 de julio de 1846 y de 30 de agosto de 1876, continuando los Reyes con el privilegio de concesión de nuevas armas a diversos Concejos. El escudo de Carrión, ahora retirado, surgió a finales de dicho siglo XIX, a instancias del alcalde de entonces y seguramente también con la idea de ajustarse a “lo histórico”, que aquello de descender de tiempos inmemoriales, como se dice coloquialmente, “nos pone a todos”.
Muchos años después, en la Orden Ministerial de 23 de marzo de 1956, el Ministerio de la Gobernación insistía en la necesidad de que cada Ayuntamiento usara Armas propias (en el significado heráldico), como estaba previsto en el Reglamento de 17 de mayo de 1952. Esto no fue ningún problema, para que nuestro antiguo escudo siguiera estando al gusto del alcalde de turno, ya que del siglo XIX al XX se le había añadido “el Toisón de Oro”. A pesar de que durante la segunda mitad del siglo XX, el Estado reguló la restauración, creación y confirmación de Escudos de Armas Municipales, la indisciplina en la formación de estos y el desconocimiento que presidía la misma, implicó en algunas poblaciones la adopción de una serie de escudos heráldicos municipales que no reúnen ninguno de los principios heráldicos y no se ajustan a las más elementales Reglas y Leyes. En localidades como en Carrión de los Condes, aun conociendo dicha legislación, ni siquiera se planteó el cambio. ¿Le importaba el rigor de nuestro escudo entonces o ahora a alguien?. Parece ser que poco, nada o simplemente ni se lo planteaban. Para eso estaba la Real Academia de la Historia que por algo es el organismo oficial consultivo para la Heráldica Municipal española. Aunque no es su misión corregir continuamente los emblemas presentados, sino sólo dictaminar si son correctos o no en cuanto a los antecedentes históricos y normas de ordenación y composición de las armas municipales.
En el caso de Carrión de los Condes cabría pensar que el escudo que hasta este año 2012 todos reconocíamos como oficial y que, como tal, presidía cualquier acto y aparecía en los folletos, carteles y en todos los documentos oficiales de la Corporación, era el correcto y respondía fielmente al que pertenecía a la ciudad dada su Historia y antecedentes heráldicos. Así se presuponía. Sin embargo, esto no era así. Cualquiera sin grandes conocimientos de heráldica, sabía que le sobraba el Toisón de Oro, ya que este es una condecoración personal, impropia de una armería municipal. Que la corona condal, no fue más que un capricho de Ramírez Helguera que la colocó en el escudo municipal precisamente cuando él era alcalde y el erudito local. Este y otros defectos reflejados en el antiguo escudo, no se eliminaron hace una década en un fracasado intento de rehabilitación del escudo, que finalmente no se formalizó, derivando en la situación actual. Pero cambiado ya el escudo antiguo por el “nuevo” o “rehabilitado”, cabe preguntarse: ¿era este el momento adecuado de cambiar el escudo dada la crisis económica general del país?. ¿Hemos tenido durante siglos un escudo mal confeccionado y nadie dicho, ni hecho nada?. El cambio de escudo, ¿era una necesidad sentida por cualquier “carrionés de pro”?. Puestos a cambiar, digo yo que se podría haber aprovechado y en el mismo pleno haber cambiado de nombre a las que todos llamamos Plaza Mayor y la Calle de la Rúa. Restituirles sus históricos nombres, que se ajustan con todo rigor, tradición y siglos de Historia y no los que actualmente poseen. Además siendo prácticos, así sólo cambiamos una vez el membrete de las cartas municipales. Al cambiar sólo el escudo y no la dirección, cuando esta finalmente se cambie, que lo hará, ¡eso que nos hemos ahorrado!. Realmente este cambio del escudo, ¿a quién beneficia?. Supongo que a quienes tienen el escudo en sus establecimientos, o venden algún material turístico, les puede implicar una futura inversión, cuando se les acaben las existencias, al tener que cambiar el escudo “de antes” por el “de ahora”.
En fin, no quería decir nada del escudo, ya que mi reflexión inicial estaba encaminada hacia los jesuitas y su homenaje. Lo dejo para otra ocasión. Al hilo del tema del escudo me vienen a la memoria unas palabras de San Ignacio de Loyola que dicen:“en época de desolación no hay que hacer mudanza”. Para aquel que no lo quiera entender, viene a decir algo así, como que en época de crisis económica no hagas cambios innecesarios o superfluos que te cuesten dinero si no es para ganar algo con sustancia.

Enrique Gómez Pérez.